El pasado mes de septiembre acudí a unas de las jornadas que la Dirección General de la Mujer de la Comunidad de Madrid organiza para profesionales de la red de violencia de género.
Allí, Mª José Díaz-Aguado, psicóloga de la Unidad de Psicología Preventiva de la Universidad Complutense de Madrid presentaba los resultados del estudio Igualdad y prevención de la violencia de género en adolescentes.
La finalidad de este estudio era, básicamente, obtener un diagnóstico de la situación actual de las y los adolescentes escolarizados en educación secundaria (chicas y chicos de entre 13 y 18 años) respecto a la igualdad y la exposición a la violencia de género, obteniendo, además, suficientes elementos de juicio para poder valorar el papel de la educación reglada en la prevención de la violencia de género y así poder contribuir a su erradicación.
Presento a continuación algunas de las conclusiones obtenidas:
– A pesar de los avances, el cambio generacional detectado entre las adolescentes no es suficiente para erradicar la violencia de género, sino que resulta necesario incrementar los esfuerzos para prevenirla, teniendo en cuenta la peculiaridad de la situación actual. No podemos dar por supuesto la igualdad, porque no es efectiva.
– Los chicos rechazan el sexismo y, sobre todo la violencia de género, de forma mayoritaria, aunque en menor medida que las chicas. Es preciso incrementar los esfuerzos destinados a la prevención, teniendo en cuenta la especial resistencia al cambio que este tema puede suponer para ellos.
– La mentalidad machista, que subyace tras la violencia de género, destaca como su principal condición de riesgo desde la adolescencia. La prevención debe centrarse en dicho problema y evaluar su eficacia en torno a indicadores fiables sobre su superación.
– El trabajo educativo específico contra la violencia de género disminuye el riesgo de ejercerla o de sufrirla, actualmente llega al 41% de la población adolescente. Es preciso tomar medidas que permitan garantizar su extensión para que llegue a toda la población.
– El cambio desde la adolescencia se favorece cuando se sitúa en el grupo de iguales que es utilizado como referencia para construir la propia identidad, con el cual conviene que elaboren sus propias propuestas para erradicar la violencia de género.
– Los consejos y modelos de las familias ejercen una gran influencia en el aprendizaje de la violencia de género o de su antítesis: la igualdad y el respeto mutuo. Se debe favorecer que tomen conciencia de su papel en la prevención y detección de dicho problema, así como de la necesidad de que colaboren con la escuela para erradicarlo.
Estas conclusiones reconocen que la educación resulta esencial para conseguir la superación del sexismo y la violencia de género. Pero, aclara que no basta con que la escuela no sea sexista, sino que exige contrarrestar influencias que proceden del resto de la sociedad, empezando por el ámbito familiar y siguiendo por los medios de comunicación.
Hay que erradicar un modelo ancestral de relación, basado en el dominio y la sumisión, que tiende a reproducirse de una generación a la siguiente a través de mecanismos fuertemente arraigados.
Bárbara Zorrilla Pantoja
Psicóloga col. M-24695
Experta en intervención con mujeres víctimas de violencia de género