Hace algunos meses, la actriz Angelina Jolie hizo pública su doble masectomía preventiva. Ella misma explicó que posee un gen que provoca que tuviera unas altas posibilidades de padecer un cáncer de mama, enfermedad de la que murió su madre y más recientemente su tía.
Es interesante darse cuenta de la carga simbólica que tiene este hecho: primero, el que ella tomara esta decisión, y segundo, que la hiciera pública.
Parece que Angelina es la mujer que toda mujer desearía ser, por lo menos bajo los cánones “normalizados”: bella, inteligente, con inclinaciones sociales y humanitarias, trabajadora, rica y tiene de pareja a uno de los hombres más guapos del mundo. Pero ella también es humana y está sometida a esa debilidad que todos los seres humanos pensamos que no tenemos, hasta que aparece de repente. Así que el hecho de decidir operarse de manera preventiva quitándose los dos pechos, es decir, esos elementos que –según las pautas androcéntricas que rigen nuestra sociedad- dotan de feminidad a las mujeres, tiene una gran significación, además de porque ella es considerada una de las mujeres más atractivas, porque vive de su físico.
Además, hizo pública su decisión sabiendo que su condición de persona famosa multiplica por mil todas sus palabras, sus actuaciones. Ella sabe utilizar su presencia para poner sobre la mesa cuestiones necesarias: la situación de hambruna del tercer mundo… y una enfermedad que es el tumor más frecuente en las mujeres occidentales. Ya existe una amplia consciencia social sobre esta enfermedad, pero con su doble decisión (la de la operación preventiva y el contarlo) ella ha plantado cara a voces a la sociedad que determina que una mujer es menos mujer si no cuenta con determinados rasgos que la sexualizan, y ha puesto rostro a todas esas mujeres anónimas que viven su misma situación y que no cuentan con la fama como plataforma. Por eso, además, Angelina también ha contribuido a tejer esa red de apoyo y empatía –a veces invisible- que las mujeres saben hilar entre ellas.
Violeta Castaño Ruiz