El pasado día 22 de febrero se celebró el Día internacional por la igualdad salarial entre hombres y mujeres. Este día representa la fecha hasta la que deberíamos trabajar las mujeres para obtener el mismo salario que los hombres por el mismo trabajo. Según la comisión europea, las mujeres trabajan “gratis” 59 días al año, y la diferencia salarial entre unos y otras asciende al 16,2% a nivel europeo, según indica una nota de prensa emitida por la Comisión Europea.
Existe una directiva europea que promueve la igualdad salarial entre sexos, la Directiva 2006/54/CE, en su punto octavo, señala que “el principio de igualdad de retribución para un mismo trabajo o para un trabajo de igual valor establecido en el artículo 141 del Tratado y sostenido reiteradamente en la jurisprudencia del Tribunal de Justicia constituye un aspecto importante del principio de igualdad de trato”.
Las variables que determinan la brecha salarial de género pueden resumirse, como ha puesto de manifiesto el Consejo de la Unión Europea (2010/C 345/01) en seis grandes aspectos:
– La segregación horizontal del mercado de trabajo. Las mujeres se concentran en un número más reducido de sectores y ocupaciones y, con frecuencia, están peor pagadas y menos valoradas.
-La segregación vertical del mercado de trabajo. Las mujeres, por lo general, ocupan puestos peor pagados, tienen menor seguridad en el empleo y se enfrentan a más obstáculos para su carrera profesional.
– La dificultad para conciliar vida personal, familiar y laboral, así como la distribución desigual de las responsabilidades familiares y domésticas, interviene en la decisión sobre la elección de la trayectoria profesional, en un mayor uso de jornadas a tiempo parcial y en interrupciones más frecuentes de la carrera, que repercute negativamente en su evolución profesional y en la percepción de rentas.
-La falta de transparencia de las retribuciones.
-El impacto de los estereotipos de género.
-Además, las circunstancias individuales de las personas trabajadoras, (edad, discapacidad, etc.) también repercuten en las diferencias de retribución entre mujeres y hombres.
Un estudio del profesor Juan José Dolado de la Universidad Carlos III indica que en España y los países mediterráneos además se produce una singularidad, y es que las diferencias salariales no sólo se producen en los puestos más altos (el llamado “techo de cristal”), sino también en los más bajos (el que el profesor denomina “suelo de cristal”). Las razones tienen que ver con la desconfianza del empresario/a en cuanto a un mayor absentismo o abandono de la mujer sin formación que adquiere estos puestos de trabajo de poca cualificación, frente a la mayor responsabilidad de una mujer –o una persona- en alto cargo por la que la empresa, y ella misma, ha invertido en formación. No obstante la mujer con formación también padece esta discriminación, porque el empresario/a supone que, igualmente, tiene menos movilidad y flexibilidad. Ellos, ya sean directivos o trabajadores poco cualificados, se presume que no van a abandonar su empleo, por una cuestión de socialización diferenciada.
Cuando las mujeres van mejorando su cualificación y va escalando posiciones en la empresa, es decir, superando el “suelo de cristal”, van logrando igualarse en salario al hombre hasta un punto en el que topan con el “techo de cristal”.
Esta diferenciación salarial casi nunca es tan evidente; por ejemplo, precisamente porque se cree que las mujeres tienen menos flexibilidad y movilidad, reciben menos ofertas de trabajo y, por lo tanto, menos contraofertas de sus empleos actuales que intentan retenerlas. Esta es una manera “indirecta” de que los salarios de los hombres vayan subiendo y los de las mujeres no.
Por eso mismo, y como en todas las cuestiones que atañen a la igualdad de género, es fundamental hilar fino y desescombrar de entre la realidad que se muestra como igualitaria todas las pequeñas desigualdades que persisten y que siguen retroalimentando diferencias por género, como la desigualdad salarial. Es algo más allá de mirar números y cantidades; hay que observar que el techo y el suelo, para las mujeres, siempre existen, y siempre son de cristal.
Violeta Castaño Ruiz