Cuántas veces respecto a la violencia de género escuchamos frases como el maltrato a mujeres ocurre en familias sin educación y con bajos recursos económicos, es algo raro y aislado, el hombre que maltrata es porque está enfermo o es un loco, un hombre no maltrata porque sí; ella habrá hecho algo para provocarlo, etc.
Afirmaciones como éstas son creencias que sostiene cierta parte de la sociedad y que tienen su base en un pensamiento machista. Pertenecen a lo que conocemos como MITOS.
Los mitos sobre la violencia de género son creencias estereotípicas, generalmente falsas pero que son sostenidas de manera amplia y persistente.
Los mitos sobre la violencia de género se pueden clasificar en tres grandes grupos:
Mitos sobre la marginalidad. Aquellos que sitúan la violencia de género en el terreno de la excepcionalidad, manteniéndola así como algo alejado del propio grupo y fruto de circunstancias excepcionales y no como el problema social y universal que es.
Mitos sobre los maltratadores. Ponen el acento en factores personales del hombre que maltrata y que le habrían llevado hasta la violencia exonerándole así de culpa.
Mitos sobre las mujeres maltratadas. Responsabilizan a la mujer de lo que sucede desplazando la carga de la culpa del hombre a la mujer.
Debido a la lucha por la visibilización social, a estos tres grandes grupos se unen lo que ahora se denominan NEOMITOS y que surgen de los nuevos modelos de machismo.
Son nuevos mitos evolucionados desde los tradicionales que cuestionan o incluso niegan las situaciones de discriminación que padecemos las mujeres y las medidas para corregir dichas desigualdades.
Entre ellos estaría el llamado Síndrome de alienación parental (SAP), la consideración de que las leyes criminalizan lo que son conflictos normales entre hombres y mujeres, la supuesta proliferación de denuncias falsas o la consideración de los hombres como verdaderas víctimas del sistema.
Los mitos tienen entre sus funciones reducir el terror entre la sociedad, sostener en nuestro pensamiento que “este problema sólo les ocurre a los demás”, minimizar su importancia, reducir el apoyo a las víctimas y limitar la responsabilidad de los agresores buscando atenuantes de su comportamiento.
La aceptación social de estos mitos (que -repetimos- son creencias sostenidas socialmente, sin base empírica e irracionales) contribuye a la perpetuación de la desigualdad entre hombres y mujeres y suponen una barrera más en el proceso de erradicación de la violencia de género.
Natalia Massó de Pablo
Presidenta y psicóloga de Generando Igualdad