El pasado mes de octubre, Telecinco estrenó Amores que duelen, serie de programas que recrea casos reales de violencia machista contados en primera persona por víctimas supervivientes y sus familiares. Cada capítulo cuenta con el análisis de la psicóloga forense y especialista en psicología clínica Victoria Trabazo, que va realizando un análisis que alerta sobre los primeros indicios que pueden ayudar a la mujer a tomar conciencia de que está ante una situación de maltrato, la manipulación y las consecuencias de determinadas actitudes.
Este proyecto pretende abrir un diálogo social y familiar en torno a la lacra de la violencia de género así como aportar información práctica sobre cómo podemos actuar frente a una situación de maltrato, dónde acudir y qué hacer.
Queremos trasladar nuestra más sincera enhorabuena a las mujeres que han participado con su testimonio, por su enorme valentía, por haber conseguido salir de la relación de violencia en la que se vieron atrapadas y por querer servir de ejemplo y ayuda a mujeres que puedan estar sufriendo una situación similar a la que padecieron ellas.
Es una pena que se esté emitiendo en un horario en el que el objetivo que pretende el programa sea difícilmente alcanzable. Siendo un proyecto que pretende el diálogo y la reflexión social debería emitirse en horario de máxima audiencia y no un día entre semana a las 12 de la noche. La serie es un buen material para trabajar en el campo de la psicoeducación.
El caso de Déborah es un buen ejemplo para trabajar la violencia de género en adolescentes, tanto con ellos, en casa en familia, como en escuelas de padres. También considero que es muy representativo, en tanto que muchas de las relaciones de maltrato que luego se sostienen en el tiempo se inician en la adolescencia. Por este motivo me gustaría comentaros su historia.
Déborah tenía 17 años cuando inicia su relación con el que fue su maltratador.
Al principio ella se sentía muy halagada. Con frases como “me gustas porque no eres como las demás”, estando muy atento siempre, acompañándola a la entrada y salida del lugar donde estudiaba… Enseguida comienzan los primeros conflictos.
Pau se presenta como un chico tremendamente posesivo y celoso y Déborah poco a poco se ve inmersa en una dinámica siempre preocupada porque él se sintiera bien. Modifica sus hábitos para poder agradarle, deja a sus amigos y a su familia, acepta todo para no discutir con él, cambia su forma de vestir….todo por agradarle.
Pasaba el tiempo. Se esforzaba por creer que así ella era feliz, pero se encontraba de mal humor y estaba irritable como consecuencia de la tensión que estaba viviendo dentro de esa relación. Cuando a los nueve meses Déborah decide romper la relación, la situación se agravó. Tras denunciarlo, tuvo lugar un juicio rápido del que consiguieron una orden de alejamiento.
En ese momento se hace más visible la dependencia emocional de Déborah. Se siente sola, vacía. Está bloqueada por la pérdida que le supone la ruptura. En el maltrato, la víctima está convencida de que el maltratador puede cambiar, no quieren romper con él, sólo quieren que ellos cambien y vuelvan a ser como eran al principio de la relación.
Esto es lo que le ocurría a Déborah y por este motivo vuelven (esto ocurre en una gran cantidad de casos) y este hecho va agravando la situación. Al sentirse culpable por volver con él, la culpa la lleva a un mayor sometimiento. Se aleja más de su familia y la violencia entra en escalada. Cada vez el sometimiento es mayor y hace todo lo que él dice y quiere por miedo a perderle, al conflicto… ya ni siquiera es por agradarle. Así el vínculo entre ellos se fortalece y ella es más vulnerable.
En la dependencia emocional pierde toda la autonomía emocional, no confía en sí misma sino en él. Renuncia a todo su entorno por estar con él y este sometimiento la desvaloraliza frente a su agresor.
Tras dos años, y gracias al enorme apoyo de su familia, Déborah consiguió sentir que ya no le quería, que no le echaba de menos y sacó a Pau de su vida.
Recomiendo a los padres de adolescentes que vean este capítulo en concreto, incluso con sus hij@s, para a partir de ahí abrir un debate y poder detectar sus propias creencias y actitudes frente al maltrato.
También puede ser un buen material para trabajar en el ámbito educativo, tanto con l@s adolescentes como en escuelas de padres. La historia de Déborah refleja perfectamente las distintas fases del ciclo de la violencia y las consecuencias de ésta y el relato cobra una tremenda fuerza al estar contado por su protagonista.
Enhorabuena Déborah, por tu valentía y porque estoy segura de que tu testimonio puede ser de gran ayuda a chicas que pueden estar pasando una situación similar.
Natalia Massó de Pablo
Psicóloga y Presidenta de Generando Igualdad