Sobre el tratamiento de la violencia de género en los medios de comunicación: de la información a la formación

 

Partimos de la base de que los medios de comunicación tienen como objetivo informar, formar y entretener.

En el tema que nos ocupa y haciendo un poco de historia nos remontamos hasta principios de los años 80 cuando comenzó a hablarse en medios de violencia machista.

Antes, en el caso de mencionarse, se hacía desde la consideración de riña, disputa matrimonial, asunto familiar y/o privado. Ya sabéis, aquí paréntesis y mención especial al refranero que: “Entre marido y mujer, nadie se debe meter”. Los malos tratos estaban relegados a la más absoluta invisibilidad bajo la consideración de “sucesos de la vida privada o del medio criminal sin importancia” o, como mucho, destacados en las páginas de sucesos si eran especialmente graves por su virulencia: tenían resultado de muerte o bien venían reforzados por algún episodio de violación.

La violencia de género respondía, con estos planteamientos, al estereotipo de crimen pasional: celos, alcoholismo, ruptura de la pareja, locura…alejándose, por tanto, del cuestionamiento de las verdaderas motivaciones relacionadas más con un deseo de control y manipulación del hombre sobre la mujer, y un abuso de poder mediante el empleo de la fuerza o superioridad de uno con el objetivo de someter al otro.

Lamentablemente titulares recientes nos demuestran que el morbo vende.

Un ejemplo, sección sucesos- ¡cómo no!- : Los celos y viejas rencillas desencadenaron la tragedia en Mollina”

Caso de violencia de género en prensa

Bien es cierto que gracias a los medios de comunicación se ha podido visibilizar un problema que existía desde siempre: sólo existe lo que se nombra…pero necesario se hace analizar el cómo se trabaja la información y el mensaje que se está trasladando a la población.

¿De verdad somos conscientes de lo que implica hablar de un total de 22 mujeres asesinadas en lo que llevamos de año, siendo un total de 766 en el periodo de 2003-2014?

Un apunte. Según datos extraídos de la web de la Asociación de Víctimas de Terrorismo 1.298 personas han sido víctimas de terrorismo en nuestro país en el periodo comprendido desde 1960-2010…recordemos, 722 mujeres, únicamente hablamos de mujeres, en 11 años, frente a 1.298 en 50…¿desproporcionado, verdad? Y una reflexión…¿Ha sido el mismo tratamiento por parte de los medios el que se ha dado a ambos tipos de, por qué no decirlo, terrorismo? (Recordemos que la acepción de la RAE recoge terrorismo como: Dominación por terror y/o sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror,  entre otras).

Podría decirse que el punto de inflexión se produjo a partir de finales de los 90. Fue en 1997 cuando una mujer- Ana Orantes- salió por primera vez en televisión denunciando públicamente los malos tratos a los que le había sometido su expareja…al poco tiempo fue asesinada por él. Conmoción social. La mujer  no era cualquier mujer…¡era la que había salido en la tele! No era una desconocida, aunque la realidad fuera distinta: le poníamos cara, la reconocíamos y nos identificábamos con ella, sabíamos su historia y hasta fuimos pseudotestigos de su fatal final. A ella, a la mujer del pelo rubio ceniza, pendientes dorados y blusa roja…la había asesinado su expareja…y quizás, con ella, un poco a quienes la conocimos a través de la pantalla.

Ése es el poder de los medios, muy ligado al concepto de neotelevisión donde el público se traslada a la pantalla y actúa desde ella. Ya no son sujetos pasivos; participan, y la televisión crea su propia realidad, fabricando nuevos protagonistas con los que el espectador se identifica en cuanto que tienen sus mismas inquietudes, características. La violencia, el sexo, la vida privada de las personas se lleva a la pantalla como un espectáculo televisivo más, llegando a copar hasta los espacios de los informativos. Y es aquí donde el periodismo deja de ser riguroso para convertirse en espectáculo. Y es aquí donde la televisión deja de educar e informar para limitarse a entretener.

Sin duda, los medios están contribuyendo a visibilizar el problema de la violencia de género, sacándolo a la luz, pero desde el prisma del sensacionalismo, trivializándolo en modo espectáculo. La información tiende a centrarse en datos escabrosos que van desde el número de golpes o puñaladas que el agresor le dio hasta una descripción detallada de la agonía de la víctima, aderezado con imágenes sangrientas bajo una premisa como constante: a mayor escabrosidad, mayor audiencia.

caso de violencia de género en prensa

 

Parece que la muerte ya no produce respeto, la violencia no impresiona…es el efecto narcotizante que produce su exposición repetida.

No cabe duda de que, en lo que al tratamiento informativo sobre la violencia de género se refiere, los medios son parte del problema, pero también parte de la solución, siempre  y cuando no se centren en dar cabida al espectáculo del amarillismo periodístico trasladando a su vez mensajes plagados de estereotipos que directa o indirectamente criminalizan a la víctima y disculpan al agresor.

¿Y cómo conseguirlo?

Partimos de una premisa, quizás la base de todo, especialización. No alcanzo a entender por qué se requiere al hablar de política, economía, relaciones internacionales, etc…y cuando hablamos de violencia de género nos sentimos libres de opinar y sacar conclusiones sin conocer el trasfondo, la base real del problema, los porqués…

Al respecto se han publicado decálogos, manuales de estilo de acceso libre y consulta gratuita, pero que a la vista de las informaciones que con frecuencia se publican, está claro que distan mucho de ser consultadas.

Recomendaciones básicas para una correcta cobertura de noticias relacionadas con violencia de género.

  • Cuidar el contenido de la información y el modo en que se traslada ya que centrarse en si la mujer interpuso o no denuncia, sin tener en consideración las implicaciones que eso les supone (mecánica de los malos tratos, ciclos de la violencia, dependencia emocional, etc…) y cómo afrontan ese difícil proceso, provoca que la responsabilidad de su propio asesinato recaiga sólo en ellas, eximiendo a sus agresores.
  • Abstenerse de rumorología, de buscar la opinión en los 3 minutos de gloria televisiva de alguien del vecindario que aportará un testimonio sensacionalista basado en especulaciones y supuestos…“Era una pareja normal”, “ si se llevaban muy bien…” , “qué chico más majo…¡no me lo puedo creer!” ya que la fuente no es veraz ni fiable e induce a justificarla como arrebato ocasional; no olvidemos que bajo la apariencia de pareja normal puede existir una base de violencia que el hombre disimula y la mujer calla.
  • Incluir la opinión de expertos de la materia que aporten pinceladas básicas para construir los porqués…Ya sabemos que los tiempos en televisión son los que son, pero remitir a la leyenda en pantalla de Teléfono de atención a víctimas 016…quizás no sea suficiente.
  • Evitar el efecto narcotizante…Un ejemplo: ”otro caso de violencia de género”, “otro más” … Y van…¿cuántos? acaba por normalizar los hechos y restarle importancia.
  • No buscar motivos para justificar los hechos: alcohol, drogas…son factores que empeoran la situación de maltrato, pero no hay relación causa/efecto.
  • Con respecto al sensacionalismo, morbo, el amarillismo propio de la sección de sucesos donde se tiende a encuadrar este tipo de noticias está todo dicho, ¿es necesario realmente recrearse en eso?
  • Fundamental preservar la identidad de la víctima evitando recursos de ocultación que den apariencia de criminalización: efecto mosaico, tiras en los ojos, distorsiones de voz… y, por supuesto, respetar la presunción de inocencia del agresor; un error en la identificación puede tener consecuencias fatales…Lo que sí recomendaría es esbozar algo, unos puntos sobre el patrón del maltratador, modos de actuar y comportamientos, tanto públicos como privados, convencida de que esto puede ayudar a otras mujeres a tomar conciencia de su situación personal de riesgo.

Y si una imagen vale más que mil palabras, un ejemplo de lo que no se debería hacer, quizás también. (Podéis acceder al artículo completo a través de la imagen).

Caso violencia de género en medios

 

 

Termino con una reflexión basada en la necesidad de llamar a las cosas por su nombre.

Porque en estos casos, las mujeres no fallecen, no mueren; son asesinadas.

Los que matan no son locos incontrolados, son asesinos que saben lo que hacen, quién es su víctima y por qué ha llegado el momento.

Y el asesinato no es un arrebato de locura, no es casual, no es fortuito, mucho menos justificable; es el último acto en un episodio de maltrato.

 

Montse Casasempere Ruiz

Vicepresidenta y responsable de comunicación de Generando Igualdad

 

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