En muchas ocasiones se cree que l@s hij@s sufren lo peor mientras conviven con el agresor porque no hay posibilidad de protegerles de la situación a la que están expuestos ya que necesitan de la protección de sus madres. Éstas se encuentran parcial o totalmente vulnerables e indefensas y los menores necesitan justamente lo contrario, percibirlas como su fuente de seguridad.
Evidentemente, las medidas que deben adoptar las madres mientras están en la relación de maltrato para por sus hijos es la de evitar cualquier situación crítica de riesgo para la integridad física y psicológica de éstos. En aproximadamente un 40% de los casos de violencia de género, los menores también son objeto de malos tratos. Los datos también muestran que alrededor del 63% de los menores han sido testigos de la violencia y los abusos hacia sus madres.
Para ello hay gran variedad de recursos legales y sociales a los que pueden acudir, pero para situaciones de peligro es recomendable tener un plan de seguridad que deben tener previstos:
– Números de teléfono de personas que pueden ayudarles así como de organismos asistenciales (policía, emergencia, etc.)
– Tener localizados y en un sitio seguro documentos como DNI, tarjetas sanitarias, libro de familia, tarjetas bancarias y, si las hubiera, denuncias y partes médicos anteriores.
– Preparar una pequeña bolsa con ropa y pertenencias que puedan necesitar.
– Apoyo familiar que impida que los menores sean testigos directos de la violencia.
Pero hay otro momento en el que los menores sufren un auténtico tormento, ese momento es cuando, se da el cese de la convivencia. La separación y el divorcio son unas de las situaciones de mayor peligrosidad para la reiteración de la violencia y su exacerbación.
Es en este momento, cuando los menores sufren situaciones de un maltrato encubierto donde asumen un papel más activo al ser manipulados y utilizados por los agresores para seguir ejerciendo violencia de género. El destino de la violencia emocional es la pareja, no los hijos. Pero los menores también sufren con ello y, por este motivo, se ha incluido dentro de las formas de maltrato directo a los menores, aunque ésa no fuera la intención. A este comportamiento se les ha llamado instrumentalización de los hijos. Ejemplos de esta serían:
– Amenazar a la madre con quitárselos: además de la humillación de la propia amenaza (te amenazo con lo que sé que más te duele), existe un control del comportamiento a través de ella. Para no enfadarle, la pareja podrá actuar de maneras poco naturales con sus hijos e hijas, pidiéndoles que no hagan ruido y no molesten, estando hipervigilantes, no atreviéndose a tomar decisiones cotidianas, incluso atemorizando a los niños y las niñas para que le hagan caso y puedan, de este modo, estar protegidos… Los menores en esta situación viven en un permanente estado de tensión, ansiedad y miedo.
– Acusarlas de no saber cómo cuidarlos y tenerlos desatendidos; en definitiva, de no saber ni ser madre diciendo frases despectivas sobre ellas. Desvalorizar, contradecir y hasta denigrar a la madre y sus decisiones.
– Impedir que vean a su familia materna: abuel@s, tío@s y prim@s.
– Utilizarlos como mensajeros e informadores.
Pero, desgraciadamente, el acto de instrumentalización más grave es el asesinato de los mismos. En los últimos tiempos, en nuestro país, han ocupado gran parte de los informativos y medios de comunicación. Casos en los que los agresores han llegado a asesinar a sus hijos. “¿Por qué matarla para que no sea de nadie cuando puedo castigarla con un sufrimiento que le durará toda la vida?” Ésta es la pregunta que, según los expertos, se hacen muchos maltratadores que deciden ir más allá y que, cuando hay hijos de por medio, encuentran en ellos la mejor vía para hacer daño a su pareja.
En cuanto a la situación de separación o divorcio surge el tan controvertido tema de si los agresores tienen o no derecho a un régimen de visitas. Esta cuestión no nos toca esclarecerla a nosotros pero siempre, sea cual sea la decisión, hay que salvaguardar el interés del menor. Siempre hay que tomar las precauciones que sean necesarias, y en casos de riesgo, estas visitas deberían de producirse en un punto de encuentro familiar donde el maltratador no pueda llevar a cabo estas conductas de maltrato encubierto hacia los niños puesto que están supervisados.
Ya sea dentro de la relación o una vez finalizada la misma, hay que hablar con los menores con una actitud empática, aclarándoles que ellos no son responsables de dicha situación y sobre todo mostrando un apoyo emocional incondicional.
En caso de separación o divorcio, os dejamos unas recomendaciones para tener éxito como padres después del divorcio:
1. Hablar con l@s hij@s acerca de la ruptura antes de que sea un hecho legal
2. Encontrar la forma de manifestar adecuadamente los sentimientos
3. Mantener el respeto hacia la figura del cónyuge que se va del domicilio
4. No obligar a los hijos a tomar partido
5. Notificar al colegio, a toda la familia y al pediatra el hecho
6. Poner en primer plano las necesidades de l@s menores
7. Mantener a los niñ@s al margen del proceso legal, formal o económico
8. Solicitar ayuda especializada para el crecimiento personal y la resolución de conflictos.
María Ocete
Psicóloga en Generando Igualdad Col. M-25419