-Fui a la comisaría a denunciar y me dijeron: ‘Señora, se lo habrá ganado usted’-. Esto es lo que escuchó Marian, superviviente de la violencia machista, el día que fue a denunciar a su maltratador.
El pasado 18 de febrero, en nuestra visita al programa Hoy por Hoy Madrid-Cadena SER (Música contra el machismo) Marta González Novo se preguntaba indignada cómo es posible que una mujer vaya a denunciar que ha sido víctima de malos tratos y pueda recibir esta respuesta.
Hoy, por tanto, me gustaría acercaros a otra de las duras realidades que viven las víctimas: la victimización secundaria o doble victimización.
La respuesta que le dieron a Marian ejemplifica lo que una inapropiada intervención de un profesional que atiende a una víctima de violencia de género puede producir en ésta: la doble victimización o victimización secundaria, que tiene lugar durante el largo y duro transitar de las víctimas por instancias policiales, judiciales, sociales, salud o de atención a la mujer. Es el sentimiento negativo que aparece ligado a la repetición de la información emocionalmente dolorosa, la falta de empatía y sensibilidad del personal que le atiende, así como la desinformación y el incumplimiento de expectativas judiciales que provoca que la mujer experimente la sensación de ser nuevamente víctima del proceso.
Por regla general, cuando una mujer decide denunciar su situación pasa por situaciones similares que le generan un alto nivel de ansiedad: el proceso judicial, el tipo de atención recibida, el ir de un servicio a otro en busca de ayudas, el cuestionamiento por parte de los distintos profesionales, etc. La insuficiente atención especializada y de políticas sociales de ayuda económica, en muchos casos, conlleva una falta de respuestas idóneas en la búsqueda de una salida de la situación de violencia así como que la propia víctima se plantee si ha hecho lo correcto iniciando ese proceso, lo que puede llevarle a tomar la decisión de paralizarlo o de desaparecer de los distintos recursos, dando marcha atrás en su decisión de buscar salida a su situación.
Para prevenir que nuestra actuación profesional pueda generar en la mujer esta doble victimización, tenemos que tratar de reducir al mínimo las molestias derivadas de las intervenciones de diferentes profesionales e instituciones. Por ello son claves aspectos como la formación y especialización desde un enfoque de género y que desde el primer momento, se les ofrezca información integral y ajustada a sus características y necesidades personales.
Una serie de actitudes y habilidades que durante nuestra atención es aconsejable que estén presentes son:
- Habilidades de relación y de control emocional que nos permitan manejar con fluidez la relación con la mujer.
- Empatía, aceptación (preocuparse por ella, mostrar interés no interrumpiendo, no intentando cambiar de tema, aceptar a la mujer tal como es, evitar hacer juicios de valor e interpretaciones, etc.).
- Abandonar paternalismos o posiciones de autoridad, concreción (centrar la experiencia, ir a lo importante, evitando generalizaciones y teorizaciones).
Algunas pautas de actuación profesional que nos pueden ayudar en la atención a las mujeres víctimas son:
- Recibir a la mujer sola.
- Transmitir interés, confianza y seguridad, insistiendo en la confidencialidad.
- Escuchar de manera paciente, atenta y activa.
- Creer lo que cuenta y respetar el orden de su relato.
- Informar de todos los recursos disponibles.
- Ayudar a valorar alternativas.
- Ser hábil en el manejo del silencio, de modo que permita a la víctima que exprese toda la información que necesite.
También nos puede ayudar tener en cuenta qué actitudes y conductas debemos evitar:
- Patologizar.
- Juzgar.
- Dar consejos o víctimizarla con comentarios o expresiones.
- Caer en mitos y estereotipos sobre la violencia de género o sobre las víctimas.
- Tomar decisiones que debería tomar ella.
- Actitudes sobreprotectoras y de exceso de consejo.
- Hacer promesas que no se puedan cumplir.
La atención a las víctimas de violencia machista supone abordar una situación de una gran complejidad, que implica a un extenso entramado de instituciones sociales (sistemas sanitario, social, policial, judicial, educativo, e informativo).
El reto fundamental que debe acometer el Estado es garantizar la implementación efectiva de lo establecido a este respecto en La Ley Orgánica 1/2004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género dotándola del presupuesto necesario para la formación de los operadores del sistema desde un enfoque de género y derechos humanos, pieza indispensable para modificar las prácticas que naturalizan y perpetúan la victimización secundaria e institucional de las mujeres.
Natalia Massó de Pablo.
Psicóloga y presidenta de Generando Igualdad