Los medios de comunicación han incluido recientemente como habitual en sus informativos y reportajes el fenómeno del llamado Acoso escolar o Bullying. La violencia escolar como tal, es un tema que ha tomado fuerza tanto en su magnitud, como en el interés por analizarlo, ya que vulnera los derechos de l@s niñ@s; la violencia escolar hacia ell@s se hace presente en diversas formas.
Pero antes de nada ¿Qué es acoso escolar? Es un fenómeno de violencia interpersonal injustificada que ejerce una persona o grupo contra sus iguales en el contexto educativo y que tiene efectos de victimización en quien lo recibe. Se trata estructuralmente de un abuso de poder entre iguales.
Dentro de todas las conductas que se dan dentro del acoso escolar, ya sean agresiones verbales, físicas o emocionales, presentan la característica principal que son continuadas en el tiempo, es decir, son repetidas y persistentes a lo largo de los años.
El niño o la niña maltratado/a queda expuesto/a física y emocionalmente, lo que genera terror ante la idea de acudir a la escuela, ansiedad, tristeza, aislamiento…. Por esto la víctima se siente que está indefensa frente al agresor. La víctima se considera más débil, ya sea porque realmente es menos fuerte o porque da una respuesta pasiva a los ataques. Además, no han provocado a sus agresores y no existe ningún comportamiento que justifique las agresiones.
Las conductas de bullying se mantienen porque las personas que rodean a la víctima, los espectadores, no intervienen en el conflicto, ya sea porque lo aprueban o porque tienen miedo o porque ignoran dichas agresiones. El acoso escolar ocurre invisibilizado por la aceptación de ciertas dosis de violencia cotidiana consideradas como chiquilladas o cosas de críos sin importancia, justificadas o normalizadas por la cultura patriarcal que nos rodea, inconscientes de que impregnan y enferman las relaciones personales.
La socialización diferenciada en la que se nos educa, si no lo remediamos, impide el desarrollo libre de las capacidades personales y determina las expectativas, cualidades, valores, potencialidades, estereotipos y proyectos vitales, pues culturalmente deben ajustarse a los papeles y roles que se asignan a chicas o a chicos por la simple y burda razón de ser de un sexo u otro.
Ésta es una primera desigualdad estructural presente desde que se nace, el recibir una socialización diferenciada según el sexo biológico; bien sabemos que la desigualdad, invisible pero potente, es causa básica de violencia.
Así los estereotipos de género que se presentan en la escuela, condicionan el desempeño de niños y niñas en las diferentes materias y puede contribuir al mantenimiento de las desigualdades de género y discriminación que impiden que las oportunidades tanto físicas como mentales y emocionales se presenten para niños y niñas por igual.
Imagen cortesía de FreeDigitalPhotos.net
Se denota de los estudios que en primaria los niños y las niñas se tratan más como iguales, mientras que en secundaria se van pronunciando las diferencias entre los comportamientos de ambos sexos. Su necesidad de pertenencia, de inclusión, a la vez que la de autoafirmar la propia identidad convierten al grupo de iguales en ley y con ello se incrementa la vulnerabilidad individual a la presión del grupo.
El grupo va a incidir en que se sigan los estereotipos y roles de género, en reproducir los papeles aceptados culturalmente como modelos y referentes sociales. Así, el grupo refuerza a quienes más se acercan a los estereotipos y segrega a quienes no los siguen, bien sea por imposibilidad física, sea por genética, sea porque su cuerpo “es diferente” o sea porque han elegido vivir en libertad. Son “diferentes” y por ello sufren en ocasiones rechazo, aislamiento, acoso…
Para un chico, cuanto más alejada está su imagen del estereotipo machista de “hombre blanco”, “triunfador”, algo “canalla”, más probabilidades tiene de ser víctima de acoso. Una chica, con una imagen alejada del referente de belleza femenina, de supuesto atractivo sexual, sin popularidad, tiene mucho mayor riesgo de sufrir acoso.
Los niños y las niñas perciben algunas ventajas y desventajas de pertenecer a cada sexo lo que se relaciona directamente con ciertos estereotipos asignados socialmente a cada uno de ellos, como que las niñas sacan mejores calificaciones o los niños son más agresivos, sin embargo se advierte que a la hora de medir la agresividad para con las niñas éstas pueden tener dificultad para comprender si son víctimas de la discriminación o del abuso por la forma en que son educadas, lo que les hace pensar y aceptar que las cosas que les pasan son “normales”.
La transgresión o modificación de los estereotipos aceptados por la sociedad como “normales” son, en muchas ocasiones, el origen de la violencia escolar.
Afortunadamente son muchas las chicas y chicos conscientes de esta absurda realidad que se quieren liberar de estas presiones y defienden su forma libre de ser, personas que voluntaria y conscientemente rompen con ese modelo tradicional, que no comparten, aun sufriendo por ver cuestionada con mayor o menor saña su personalidad, sus capacidades. Estos han de ser los nuevos referentes de deseabilidad social.
Sea cual fuere el contexto donde se de la violencia, tenemos que cambiar las mentalidades, generar debates y, sobre todo, nuevos referentes de hombres, de mujeres, de personas libres que saben elegir y disfrutar compartiendo la vida con relaciones equitativas y saludables. Personas capaces de convivir en grupos diversos y respetarnos los unos a los otros, generando igualdad dentro y fuera de las escuelas.
María Ocete
Psicóloga en Generando Igualdad Col. M-25419