Nunca nos ha gustado referirnos a las mujeres que acuden a Generando Igualdad como víctimas. Siempre hemos preferido cambiar ese nombre por el de supervivientes. Concepto compartido con otras entidades en alusión a que ese pequeño cambio a positivo refiere que la superación de esta situación es posible, y además significa un ejemplo que puede motivar a otras mujeres en la misma situación a dar un paso para romper con esta vulneración de los derechos humanos.
En el post de hoy hablaré de conceptos que son interesantes de aclarar.
En Wikipedia podemos leer que en Derecho penal, “la víctima es la persona física o jurídica que sufre un daño provocado por un delito. El daño puede ser físico o moral. O puede ser material o psicológico”. También se define la victimología como “el estudio de las causas por las que determinadas personas son víctimas de un delito”. Hay distintos tipos o procesos de victimización que tratan de informar sobre las consecuencias del acontecimiento traumático en la víctima.
En primer lugar nos encontramos con la victimización primaria. Ésta sería el momento en el que se produce el delito. Tras ocurrir, darán comienzo los daños que pueda sufrir la víctima y que no sólo serán físicos, sino también psicológicos. Además existe una gran posibilidad de que la persona se culpe por lo acaecido, intentando buscar una explicación a lo sucedido.
Hay dos experiencias que son más desgarradoras aún que la anterior. Son la victimización secundaria y victimización terciaria.
Cuando la violencia de género es psicológica, resulta bastante más difícil el poder probar los hechos que cuando se ejerce también violencia física.
Nos llegan testimonios de que muchas mujeres se sienten incomprendidas, no escuchadas, o que simplemente se les cuestiona en el mismo juicio el porqué han padecido esa situación durante X tiempo. Es la victimización secundaria, la que proviene de las instituciones que deberían defenderlas.
Por otro lado, hace pocos días leía la noticia de que una adolescente de 16 años había descubierto en Internet unas imágenes suyas en las que aparecía desnuda, manteniendo relaciones sexuales que no recordaba haber tenido. La habían drogado y además el presunto violador había colgado las fotos para su mayor escarnio. Lo que siguió fue un retuiteo de otras personas continuando el proceso de burla y agravando aún más los síntomas que la chica tenía. Ésta es la victimización terciaria, cuyas consecuencias y efectos son provocados por el contexto social que nos rodea y derivadas del trato dado.
¿Podría ponerse fin a la victimización secundaria y terciaria? Debería ser una prioridad a reducir, y tod@s deberíamos aportar un grano de arena para intentarlo.
Seamos pues conscientes de los daños añadidos que podemos provocar a una persona que ha sufrido un delito previo y, sobre todo, sensibilicemos.
Una vez más, la educación es la base de todo.
Elena Cedillo
Psicóloga de Generando Igualdad. Col. M-21342