Hoy, desde Generando Igualdad, queremos adentrarnos en el desarrollo de programas de asistencia psicológica dirigidos a hombres que incurren en conductas de malos tratos en su relación de pareja. Este tema no ha estado exento de polémica, dando lugar a numerosos debates sobre la pertinencia o no de incluir este tipo de intervenciones como un objetivo prioritario en las políticas públicas.
Actualmente, son cada vez más quienes defienden los programas para la rehabilitación de los agresores, que tienen como objetivo principal proteger a las víctimas y prevenir que sufran actos violentos en el futuro.
Pero, ¿cuáles son los objetivos concretos a los que van dirigidos los programas para la rehabilitación de maltratadores?
Evidentemente, el objetivo primordial y fin último del programa es preservar la integridad física y psíquica de las mujeres que sufren malos tratos.
Para la consecución última de este fin se plantean unos objetivos más generales a corto y medio plazo que son:
Lograr que aquellos que maltratan a su mujer dejen de utilizar la violencia física, psicológica, sexual, económica… como método de ejercicio de poder.
Identificar elementos culturales de carácter discriminatorio que subyacen a nuestras actitudes cotidianas y a partir de ello, poner en marcha acciones que contrarresten los comportamientos sexistas.
Y en cuanto a los objetivos más específicos nos encontramos éstos:
- Controlar y detener la conducta violenta física y/o psicológica.
- Mejorar las habilidades sociales y de comunicación.
- Identificar y expresar correctamente las emociones.
- Promover la flexibilización de los roles de género estereotipados.
- Disminuir el aislamiento social.
- Revisar racionalizaciones que contribuyen a justificar la conducta violenta, las distorsiones cognitivas y creencias irracionales.
- Incrementar la autoestima y la asertividad.
- Establecer vínculos afectivos en los que valoren a la otra persona y se sientan valorados, sin necesidad de recurrir defensivamente al uso de la fuerza para dominar y controlar la relación. Punto primordial trabajar y desarrollar la empatía hacia la víctima.
- Revisar aspectos de la historia personal, especialmente aquellos que tienen que ver con experiencias de malos tratos (ya sea como víctimas o como testigos) vividas durante la infancia y la adolescencia.
El programa de tratamiento, basado en una metodología cognitivo–conductual, aborda la conducta violenta desde una perspectiva de género. El abordaje se realiza tanto a nivel individual como grupal, de la siguiente manera:
La primera fase es la fase de evaluación, sesiones en las que se utilizan entrevistas semiestructuradas y pruebas psicométricas con el objetivo de determinar las características del problema, su duración y la conciencia del mismo que tiene la persona, así como valorar si se cumplen los criterios de inclusión para comenzar el tratamiento.
Posteriormente se comenzaría a desarrollar la fase de tratamiento en donde se trabaja en sesiones de tratamiento individual, que tienen una periodicidad semanal y una hora de duración aproximadamente. Están orientadas al control de la conducta violenta, al descubrimiento y modificación de los esquemas cognitivos y creencias subyacentes a dicha conducta, y a la adquisición de formas adaptativas de comunicación, relación y resolución de conflictos.
Después se comenzarían las sesiones de intervención grupal, que de forma complementaria a las sesiones individuales, se realizan posterior o simultáneamente a éstas. En ellas se trabajan aspectos concretos abordados en las sesiones individuales, como habilidades sociales, creencias erróneas compartidas, resolución de problemas, etc., siendo los usuarios modelos y observadores a la vez, lo que favorece la adquisición de nuevas formas de pensar, sentir y comportarse.
La duración de la intervención depende de las características de los usuarios y del problema por el que acuden al programa. Tras la constatación, mediante el testimonio del usuario y de personas allegadas a él (pareja, familia de origen), del mantenimiento en el tiempo de los cambios conductuales y actitudinales, se procede a iniciar la última fase la fase de seguimiento del usuario, que se realiza primero quincenalmente y después de forma mensual y trimestral.
Ésta sería, en líneas generales, la intervención con hombres agresores, pero bien es cierto que esto se puede ver modificado por otras variables.
Este tipo de programas terapéuticos se pueden agrupar en dos bloques, los programas desarrollados dentro de centros penitenciarios y programas desarrollados fuera de prisión.
Sea cual fuere la modalidad de la intervención hay una característica muy importante a todos ellos que es enfatizar en la necesidad de trabajar la motivación inicial de los agresores. Si bien es cierto, que en los últimos tiempos hay cada vez más hombres que acuden al programa por iniciativa propia, solicitan ayuda porque se han dado cuenta de que la relación con su pareja está basada en la desigualdad y de que el uso de estrategias violentas no es adecuado, pero no saben cómo relacionarse de otra forma. Esto no suele ser lo habitual y sigue predominando la asistencia a dichos tratamientos por ser una medida impuesta por el juez siendo una medida de reinserción y condición, en algunos casos, para no entrar en prisión.
Estos programas tienen que recoger la realidad de las problemáticas reales a medida que van evolucionando. Tema polémico donde los haya, sean o no efectivos, cualquier intervención será mejor que no realizar ningún trabajo terapéutico.
María Ocete
Psicóloga en Generando Igualdad Col. M-25419