¿Por qué les cuesta tanto romper la relación?
Muchas veces escuchamos esta pregunta a nuestro alrededor cuando hablamos de violencia de género y es que a la sociedad le cuesta entender cómo la mujer maltratada no sale de su situación.
Es importante señalar que el hecho de que la mujer permanezca en la relación violenta es uno de los efectos de la experiencia traumática que vive. Como consecuencia de estar inmersa en un proceso sistemático de violencia, la víctima permanece pasiva frente a su situación. Las mujeres que sufren malos tratos desarrollan lo que Seligman denominó “indefensión aprendida” que consiste en que la víctima de violencia aprende a creer que está indefensa, que haga lo que haga es inútil y que no tiene ningún control sobre la situación en la que se encuentra.
La mujer víctima, tras fracasar en su intento por contener las agresiones, prevenirlas o evitarlas, y en un contexto de baja autoestima (Ver Autoestima: de la infancia a la vida adulta (I), sentimiento de culpa y pérdida de esperanza, que se refuerza cada día ante la incapacidad de acabar con su situación, asume lo que le pasa con el convencimiento de que nadie puede ayudarla y que su vida no puede cambiar.
Fotografía cortesía de Patty de Frutos de su album Woman’s choice
El silenciar su situación es uno de los principales obstáculos a los que la mujer se enfrenta. Reconocerse como víctima, asumir la crítica de su entorno, sentirse responsable de las agresiones y la falta de visión de salida personal y económica son factores que explican el porqué de su silencio y su inmovilidad.
Partiendo de este concepto de indefensión, una de las teorías que mejor explican la situación de permanencia de la mujer es la teoría del ciclo de la violencia de Leonor Walker, según la cuál, existen tres fases:
1) Fase de tensión creciente
La relación pone de manifiesto la agresividad latente frente a la mujer, que se caracteriza por la aparición de agresiones de carácter psicológico, cambios de humor, gritos, exigencias, empujones… La mujer va adoptando una serie de medidas para manejar dicha relación (ignora los insultos, minimiza lo sucedido) y va adquiriendo mecanismos de defensa psicológicos. Intenta no expresar su opinión porque sabe que él expresará la contraria y esto llevará al conflicto y a la aparición de más violencia. Comienza a “no hacer nada” salvo a comportarse de manera sumisa. No obstante esta situación va progresando y la tensión va aumentando paulatinamente.
2) Fase de explosión o agresión aguda
Se caracteriza por una descarga incontrolada de las tensiones que se han ido construyendo durante la primera fase. La falta de control y su mayor capacidad lesiva distingue a este episodio de los pequeños incidentes agresivos ocurridos durante la primera fase.
Esta fase del ciclo de la violencia es más breve que la primera y que la tercera fase. Las consecuencias más importantes se producen en este momento, tanto en el plano físico como en el psíquico, donde continúan instaurándose una serie de alteraciones psicológicas por la situación vivida.
La mayoría de las mujeres no buscan ayuda inmediatamente después del ataque, a menos que hayan sufrido importantes lesiones que requieran asistencia médica inmediata. La reacción más frecuente es permanecer aisladas durante las primeras 24 horas tras la agresión, aunque pueden transcurrir varios días antes de buscar ayuda o ir al médico, lo cual hace que no siempre acudan a urgencias, sino que en muchas ocasiones lo hacen en consultas ordinarias, quizá para tratar de restar importancia y para evitar que identifiquen la agresión.
Ciclo de la violencia- Fases según L. Walker
3) Fase de amabilidad y afecto
Se caracteriza por una situación de extrema amabilidad, “amor” y conductas afectuosas por parte del agresor, gráficamente se le denomina “luna de miel”. Es una fase bien recibida por ambas partes y donde se produce la victimización completa de la mujer, ya que actúa como refuerzo positivo para el mantenimiento de la relación.
El agresor muestra su arrepentimiento y realiza promesas de no volver a llevar a cabo algo similar. Realmente piensa que va a ser capaz de controlarse y que, debido a la lección que le ha dado a la mujer, nunca volverá a comportarse de manera que sea necesario agredirla de nuevo, ya que habrá aprendido.
Durante esta fase el agresor trata de actuar sobre familiares y amigos para que convenzan a la víctima de que lo perdone. Todos ellos, de forma más o menos inconsciente, hacen que la mujer se sienta culpable en cierto modo y que, a pesar de reconocer que la agresión ha sido un acto de su pareja censurable, sería ella la responsable de las consecuencias de dicha agresión, al romper el matrimonio y la familia si no lo perdona. Suele ser frecuente tratar de hacerle ver que él necesita ayuda y que no puede abandonarlo en dicha situación.
En la relación de malos tratos estas fases se repiten a lo largo del tiempo. Si bien las dos primeras se mantienen y agudizan, la fase de arrepentimiento, que actúa como mantenedora de la relación, tiende a desaparecer.
Es dentro de este contexto desde el que podemos acercarnos mejor a la realidad que vive la mujer maltratada y llegar a comprender la enorme dificultad que supone para ella el salir de la relación de maltrato que padece.
Natalia Massó de Pablo
Psicóloga y presidenta de Generando Igualdad