Hace unas semanas se cruzó en mi camino por segunda vez el monólogo de Pamela Palenciano No sólo duelen los golpes y no pude resistir la tentación de ir a verla otra vez.
No sólo duelen los golpes empezó siendo un proyecto pequeño de sensibilización de la violencia de género y las desigualdades que existen según el género para institutos. Sin embargo, actualmente es mucho más.
Gracias a la cercanía de su protagonista se ha ido extendiendo a asociaciones, casas de jóvenes, centros sociales, teatros e incluso universidades, sí, universidades tan prestigiosas como la Universidad Complutense de Madrid (donde tuve la oportunidad de ver el monólogo por primera vez), que han querido hacerse eco de esta iniciativa.
Y es que No sólo duelen los golpes es más que un monólogo sobre la violencia de género.

En la hora y media aproximada de duración, Pamela hace un trabajo de concienciación que, por su forma de transmitirlo, llega mucho más a las personas que la mayoría de campañas del Gobierno.
En él se habla de los estereotipos de género y de todas aquellas diferencias que desde pequeñ@s nos han ido inculcando a través de la socialización y que ahora tenemos como dogmas: “los niños no lloran, tienen que ser fuertes, valientes, activos”, “las niñas tienen que saber esperar, ser pacientes, pasivas”, “ellas tienen que ser dulces, siempre con una sonrisa”, etc.
En el monólogo se critican todas estas diferencias y se habla del patriarcado como responsable de su existencia, ya que supone una supremacía del hombre sobre la mujer y una serie de privilegios por el hecho de ser hombre. Una de estas desigualdades que se exponen en el relato de Pamela Palenciano es el acoso sexual que sufrimos todas las mujeres cuando vamos por la calle o la inseguridad que tenemos cuando vamos solas a ciertas horas por la calle, haciendo referencia a la cultura de la violación (entorno en el que la violencia sexual contra las mujeres es algo normalizado y el temor a sufrir una violación es algo constante).
En el guion también aparece el concepto de sororidad. Pamela Palenciano anima a ese apoyo entre nosotras, las mujeres, en vez de esa competitividad que nos han impuesto desde pequeñas como imprescindible para acabar con las desigualdades de las que somos víctimas.
Por último, se trata el tema del maltrato, pero no desde una perspectiva del daño físico que tan llamativo y grave nos parece sino del daño psicológico tan invisibilizado y normalizado en la sociedad.
La protagonista nos cuenta el comienzo insidioso que tiene y cómo cada vez va abarcando más áreas de la vida de la mujer, el ciclo de violencia que hace a una víctima mantenerse en la relación de violencia y las devastadoras secuelas que tiene para ésta, todo ello desde una perspectiva de esperanza y desde la confirmación de que se puede salir de la relación de violencia. Y la persona que lo está viendo cree realmente que es posible, porque a Pamela, a estas alturas del monólogo ya no se la ve como a una desconocida, sino como a una mujer corriente y cercana que cuenta su historia, historia que recuerda a la de aquella amiga, compañera de trabajo, vecina…
Al terminar sales removida, contando y analizando tus propias vivencias, pero de eso se trata, de visibilizar y de dejar de “tapar” la violencia que sufrimos las mujeres por el hecho de ser mujeres.
Beatriz Galindo Navarro
Psicóloga de Generando Igualdad M-29173