Esta semana soy la encargada de realizar el post y, como siempre, le he estado dando vueltas sobre qué tema podía versar que pudiera interesar a nuestras/os lectoras/es, teniendo en cuenta que suelo ser la más técnica de mis compañeras en cuanto a dar a conocer las novedades legislativas en relación a la violencia de género, estadísticas y encuestas.
Sin embargo, esta semana me he encontrado en el desarrollo de mi ejercicio profesional con mujeres que querían abandonar las acciones judiciales emprendidas contra su presunto agresor, a pesar de que los hechos hubieran tenido lugar, si bien en la intimidad del hogar, como suele ser lo normal, y sin testigos.
Y en estos casos hay que respetar su decisión, pero eso no impide que se viva como fracaso, y no sólo a nivel personal, sino también de todo el sistema en general, dado que la decisión deriva de cómo se sienten y de cómo viven el trato dispensado por el propio sistema judicial en el cual confiaron ciegamente para encontrarse con una realidad bien distinta y en la que en muchos casos son continuamente cuestionadas.
Lamentablemente este hecho no ocurre cuando se denuncian otros tipos delitos, tales como hurtos, estafas y demás en los que el trato recibido en la mayoría de los supuestos en mucho más amable.
Y este hecho nos debe llevar a reflexionar a todos los operadores jurídicos qué está pasando, porque si bien es cierto que es necesario realizar una instrucción de la causa cuidadosa con el fin de determinar la existencia o no de indicios delictivos contra la persona denunciada por malos tratos, también lo es que el trato que se debe dispensar a la mujer que denuncia tendría en muchos casos que mejorar.
Y es curioso que, a estas alturas, sigamos hablando de ello porque, a pesar de la inversión que se realiza en propaganda contra la violencia de género en la cual se da a entender que desde el momento en que la mujer tome la decisión de interponer una denuncia contra su maltratador todo van a ser facilidades, porque van a estar continuamente apoyadas, la realidad es que su camino no ha hecho nada más que empezar, pudiendo demorarse años.
Lamentable este camino será más rápido y tendrá un pronóstico muy favorable si la denuncia es por una agresión física y se acompaña de un parte de lesiones.
No obstante, en los casos de maltrato psicológico, y agresiones sufridas sin parte de lesiones, el pronóstico será muy poco favorable y el camino difícil de terminar, dado que deberá tener la fuerza mental suficiente para no caer, y si cae levantarse, cuando tenga que repetir ante el juez, fiscal, equipos psicosociales, compañeros y demás operadores su historia una y otra vez unido a la sensación de que nadie cree lo que están contando. Y es entonces cuando te dicen: “qué más me tenía que haber pasado para que me crean”, “yo no pensaba que esto iba a ser así, si lo llegó a saber no denuncio” ,“¿por qué me tratan así?”.
Y ante estas preguntas ¿qué les puedes contestar?: que no es real lo que sienten, que son imaginaciones de ellas… para que de nuevo se vuelvan a sentir cuestionadas, pues la verdad es que en la mayoría de los casos lo que sienten es lo que es y el trato dispensado también.
Y, con este panorama, nos seguimos preguntando al producirse alguna muerte que por qué no había denunciado y es entonces cuando los poderes públicos se ponen a elucubrar sobre qué ha podido fallar.
A lo mejor la respuesta es tan sencilla como que ya había visto en alguna otra amiga lo que sucede y no se encontraba con fuerzas para poder soportarlo.
E. Castillo
Abogada de Generando Igualdad