Repercusiones de los roles de género en la vida laboral, familiar y personal (II)

 

Uno de los progresos más importantes de nuestra sociedad hacia la igualdad entre mujeres y hombres ha sido la incorporación de la mujer al trabajo público y remunerado. Sin embargo, a pesar de estos avances, es evidente que las relaciones de desigualdad aún persisten, los hombres no han asumido en la misma medida responsabilidades en el ámbito privado, por lo que las mujeres continúan cargando con mayor peso en las tareas domésticas (lo que implica el cuidado de l@s hij@s, personas dependientes, limpieza, compras, cocina, etc…) aunque trabajen también fuera de casa. La división sexual del trabajo sigue vigente.

corresponsabilidadSegún estadísticas de Eurostat, prácticamente todas las madres de los países europeos considerados participan en el cuidado de los niños y niñas menores de siete años, mientras que la proporción de padres que lo hacen oscila entre el 55 y el 80% en un día medio —siendo los padres noruegos y suecos quienes comparten en un mayor grado las actividades de cuidado—. Además, las madres ocupadas emplean, de media, el doble de tiempo que los padres ocupados en estos menesteres.

No cabe duda que son muchos los hombres que se van incorporando lentamente a las tareas del hogar y cuidado de la familia, pero la mayoría de las veces desde una actitud de ayuda y no de corresponsabilidad. La corresponsabilidad o el reparto de responsabilidades se define como la distribución equilibrada en el seno del hogar de las tareas domésticas, el cuidado de personas dependientes, los espacios de educación y trabajo, permitiendo a sus miembros el libre y pleno desarrollo de opciones e intereses, mejorando la salud física y psíquica de las mujeres y contribuyendo a alcanzar una situación de igualdad real y efectiva entre ambos sexos.

Esto requiere una negociación entre los distintos intereses que se plantean en el propio hogar. Es decir, sentarse, hablar y decidir quién va a hacerse cargo de las diferentes responsabilidades y respetar los compromisos.

Para conseguir esto resulta necesario un cambio de mentalidad de mujeres y hombres ya que sin su participación e implicación directa no existe reparto equitativo de responsabilidades y tareas. mujer mercado laboral

La necesidad de repartir las tareas domésticas y el cuidado de familiares dependientes en el entorno familiar ha sido una consecuencia de la incorporación de las mujeres al mercado laboral, aunque esto no quiere decir que sea una realidad.De hecho, hemos visto cómo las mujeres que tienen un empleo remunerado, tienen que seguir haciendo frente a las responsabilidades domésticas y del cuidado de los miembros dependientes de la familia. Los datos del Instituto de la Mujer avalan la no existencia de un reparto equitativo de tareas y las mujeres suelen encargarse de las más laboriosas y de las que se suelen hacer a diario. Dentro de estas generalidades, hay que tener en cuenta que cuanto más jóvenes son los miembros de la pareja y/o mayor nivel educativo tienen, el reparto tiende a ser más equitativo.

Esta realidad genera la doble presencia, es decir, la necesidad de atender las demandas del trabajo doméstico y las del remunerado. Las mujeres están socializadas en el rol de ser el género cuidador y mediador por antonomasia, este mandato traspasa las fronteras de la casa y es independiente del status familiar que ocupe la mujer, por lo que según Murillo el tiempo “privado”, el que las personas destinan para sí, que no está sujeto a donación o regalo, aquel que queda fuera del tiempo laboral y doméstico y nos permite adueñarnos de un tiempo propio, destinado al ocio, al estudio, a las relaciones personales, real o simbólicamente, es un mito para las mujeres.

Las repercusiones de la doble jornada para las mujeres implican sobrecarga de trabajo, alargamiento de jornada, conflicto de roles y empeoramiento de su salud.

 

mujer trabajadora

Y es que las mujeres presentan malestares psicológicos y físicos que desde el actual modelo de salud son tratados mediante medicación. Resulta necesario cambiar nuestro concepto de salud hacia uno más integrador, con un enfoque biopsicosocial, que nos permita visibilizar la relación directa que existe entre la socialización de género y la salud de las mujeres.

Bárbara Zorrilla Pantoja

Psicóloga Col. M-24695

Experta en intervención con mujeres víctimas de violencia de género.

 

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